La escalera de Alicia

Alicia sabe que el timbre de su piso no tardará en sonar.

Hace un momento, ha escuchado el ascensor y es la hora de costumbre. Asomada a la ventana que da al gran patio interior, cierra los ojos y deja que el sol ilumine su joven rostro por un instante más, y se refleje en los mechones rubios de su cabello ondulado.

Efectivamente, enseguida, la campanilla se deja oír en la sala como todos los jueves por la tarde. Está segura de que detrás de la puerta estará el único hombre al que permite entrar en su pequeño refugio. Aunque haya otros. El resto de sus citas tienen lugar en las casas de ellos, así es libre de decidir cuándo marcharse. Sin embargo, con él tiene la fantasía plenamente consciente de pertenecer a alguien que la quiere; de hecho, sospecha que él se está enamorando, incluso después de conocer su historia.

                Perezosa, abandona su rincón favorito y sale a su encuentro.

                Allí está él, guapo, con su gran y sincera sonrisa, feliz de verla, la agarra por la cintura y la besa. Ella ríe, disfrutando de ese momento que es indiscutiblemente suyo.

                El chico la mira y piensa que jamás será capaz de soltarla, que nunca habrá nadie más que ella.

Y se pregunta si esta vez tendrá el valor suficiente para sacar el anillo que descansa en el bolsillo de su chaqueta desde hace semanas.

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