Leyenda número cuatro

Había una vez, en una época muy lejana, un inmenso palacio habitado por tres hermanas.

Tan inquietas eran, que su madre, por entretenerlas, les dejó imaginar un color a cada una para que jugaran con él, en el espacio de los mortales. Por riguroso orden, cada una teñía los campos y las ciudades con el escogido. Distintos tonos de blancos, amarillos y marrones se alternaban los trescientos sesenta y cinco días del año.

Un día, un bebé apareció de improviso. Una nueva niña que fue creciendo y que reclamó con insistencia participar del mismo juego que las demás. Como no podía ser de otro modo, su petición fue aceptada y, en su tiempo, empezó a crear colores nunca vistos: rojos, azules, verdes, violetas. Las demás miraban con admiración cómo el mundo se transformaba cuando ella tomaba el mando.

Los hombres, no menos sorprendidos, comenzaron a esperar con emoción la estación en que la vida parecía despertar.

Y así fue como la hermana pequeña inventó la primavera.

Juliusllopis – La Diosa de la Primavera

2 respuestas a “Leyenda número cuatro”

  1. Precioso relato.
    Un saludo. 🌷

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