Leyenda número dos

Érase una vez un espíritu entre los muros de una casa solariega.

Mucho tiempo atrás paseaba, como ahora, por la galería, llevando sobre sus hombros la pesada carga de una larga estirpe nobiliaria, a la que sentía no pertenecer.

Hijo único del Señor, debía acatar las órdenes de su padre y convertirse en un valiente soldado a la altura de su linaje. Y, aunque le interesaba más la biblioteca, no se le daba mal la espada y en combate siempre salía victorioso.

Un día, fue presentado a una princesa que tampoco quería serlo: su futura esposa. Una suerte para la familia ya que ahora, además del título, tendría un estatus privilegiado y una dote digna de un rey.

Y resultó que ambos convinieron en que no era un mal arreglo y que, quizás, terminarían enamorándose, como así ocurrió.

Y fueron tan felices que, después del incendio que solo dejó las piedras en pie, decidieron quedarse a vivir eternamente allí.

Y en vez de un espíritu, hubo dos.

Ilustración: Juliusllopis

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