Lucía – Capitulo 5

Teresa fue muy feliz el primer año de casada y Elena disfrutó de ese tiempo de armonía en un hogar en el que no había reinado la calma en muchos años. Intentaba no interponerse entre los recién casados más que a las horas de la comida y de la cena porque entendía que necesitaban su espacio. De hecho, se ofreció para despachar más horas en la tienda y así dejarle margen a su hermana para vivir su matrimonio. Era consciente del sacrificio que había supuesto para ella tener que hacerse cargo de una niña después del accidente de sus padres.

Felipe, además, la había acogido como una aliada, y juntos compartían tanto la búsqueda de un regalo de cumpleaños para su hermana, como miradas cómplices si tenía alguna frase fuera de tono. La forma de ser de Teresa había mejorado mucho, pero todavía quedaba algún resquicio del resquemor acumulado en los años anteriores.

Andando los meses, Elena vio cómo el carácter de su hermana se iba agriando de nuevo poco a poco. Ahora Felipe había pasado a ser el nuevo blanco de sus ataques de ira, reprochándole a cada momento las cosas más absurdas y con menos importancia. Ella volvió a la costumbre de pasar horas en su cuarto, refugiada en sus libros y la música que, gracias a los auriculares, conseguía aislarla del resto del mundo.

Teresa no conseguía quedarse embarazada. Ese era el motivo de su nueva frustración, y los años que se había echado encima por haber tenido que cuidar de Elena, la causa de todo. Y cada vez era más complicado porque había tenido ya tres abortos.

La tregua se había acabado en la casa y, poco a poco, la idea de huir de allí se fue abriendo camino en la mente de Elena, que encontró su oportunidad en la propuesta de una amiga de siempre para comenzar juntas una vida nueva en Madrid.


  La portera salió del cuartucho en el que se había metido. Todavía conservaba la nota en la mano. El hombre la miró y le extendió el brazo para que se la diera.

Parece mentira, tanto tiempo y recuerdo perfectamente su letra.

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